Francois Xavier Guerra, “El Soberano y su Reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina”, pp. 33-61, en Hilda Sabato (Coord.), Ciudadanía Política y Formación de las Naciones. Perspectivas históricas de América Latina, Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 2000.
En este artículo, el francés analiza de manera profunda la cuestión del concepto de “Ciudadano”, “Nación” y “Elecciones” en el contexto político-social hispanoamericano del siglo XIX, girando como nación central a España. En la parte introductoria de este artículo, Guerra señala que el “ciudadano” y la “nación”, son dos de las mayores novedades del mundo moderno, que se ligan a la soberanía de las nuevas naciones latinoamericanas. Pero Guerra afirma que ambos conceptos no son realidades simples que se puedan captar de manera unívoca, sino que son conceptos con atributos múltiples que cambian según los momentos y lugares. Señala que además de los dos conceptos mencionados, existen otros como “elecciones”, “régimen representativo”, “igualdad ante la ley”, “derechos del hombre” que son de nuestros modelos políticos actuales y además son realidades nuevas que tienen a los más dos siglos de existencia; y que se deben de estudiar como “invenciones sociales”.
En términos generales, en esta parte introductoria del artículo, Guerra hace una reflexión en torno a la concepción y evolución de las libertades políticas y sociales que cualquier ser humano ha adquirido con el paso del tiempo, luego de ser un individuo que fue objeto de opresión de los sistemas autoritarios, como es el caso de las monarquías europeas. En fin, este ensayo se subdivide entres grandes secciones a saber, que a continuación se desglosaran.
I.- Prioridad y primacía de la Nación
De acuerdo a la lectura, Guerra argumenta que la cuestión del “ciudadano” no fue prioritaria ni central entre los líderes insurgentes en las primeras fases de las revoluciones de independencia en la América hispánica. Lo que va a dominar en un principio, son los problemas de cuestión de soberanía, representación y nación; es decir, temas que se refieren más a la colectividad que al individuo mismo. Todo esto tiene su razón de ser, debido a la invasión francesa que se da en España en 1808 por Napoleón I contra la realeza del rey Fernando VII, vino a crear un sensible vacío de autoridad en cuanto a la representación de una cabeza de control. Es así como tenemos esta cuestión, de que el “ciudadano” era el menos importante. Pero la definición de “nación” va a provocar el enfrentamiento entre españoles y criollos (Guerra los llama americanos), la desintegración de la monarquía y una enorme dificultad para definir la nación en la América independiente. Aquí se tiene un nuevo problema para la creación del ciudadano moderno. Ante esta crítica situación, los americanos pregonaban que existieran los mismos derechos y libertades en relación con los españoles peninsulares, por lo que los primeros empezaron a formar “juntas de gobierno”, con el fin de no tener que recibir órdenes de parte de Napoleón.
II.- ¿Ciudadanos o vecinos?
En este apartado, Guerra debate la cuestión del concepto de ciudadano, quien citando a Pierre Rosanvallon, señala que el ciudadano moderno se caracteriza por los atributos de responsabilidad, igualdad e individualidad. Así mismo, Guerra señala que “ciudadano” se distinguió durante el Antiguo Régimen en España por tres características principales: 1).- debía poseer un estatuto particular dentro del reino en que vivía; 2).- debía de gozar de un estatuto privilegiado, es decir, contar con título de nobleza o hidalguía, contar con capital económico, y 3).- pertenecer a un concepción corporativa o comunitaria de lo social. No pertenecer a uno de estos grupos era estar fuera de la sociedad: podía ser considerado como vagabundos, mendigos, marginales, etc.
La ciudadanía, según lo expuesto por Guerra, es un círculo restringido dentro de una serie de círculos concéntricos y cada vez excluyente, ya que se reduce mucho al dejar de lado a los esclavos, a los presos, a los españoles nacidos fuera de España, a los extranjeros de paso, a las castas y a las mujeres. Por lo que vemos, eran pocos los privilegiados que se consideraban “ciudadanos”, esto en España por supuesto, mucho tiempo atrás de que se diera la invasión francesa.
III.- Elecciones y representación
Este último segmento, es el más extenso e importante del presente artículo en que Guerra maneja varios conceptos operativos sobre la cuestión de la libertad del sufragio, los lineamiento del sistema electoral de Antiguo Régimen, y aspectos sobre la cultura política resaltando el papel del ciudadano como el actor principal de la expresión popular. En primer lugar, Guerra afirma que para esta época la familia estaba por encima del “jefe de familia” como si fuera una sola comunidad que representaba al resto de los miembros en el núcleo familiar; por lo tanto, mujeres y personal doméstico carecían de voluntad autónoma porque el jefe de la familia expresaba todo ese grupo. Guerra debate la cuestión del ciudadano como un individuo único, sin tener que concebirlo como un miembro de una determinada comunidad.
Guerra define al sistema electoral como una combinación de disposiciones y prácticas para favorecer la individualización y otras que reconocen los comportamientos comunitarios. Que para captar hasta qué punto la votación es la expresión libre de un individuo autónomo se debe analizar el Voto de primer grado, como la opción que abarca todo el universo de individuos. La primera condición para que la voluntad individual pueda expresarse es que todos los que son ciudadanos, y sólo ellos, puedan votar, lo cual da la existencia de un padrón electoral imparcial.
Una cuestión a considerar en este apartado es el carácter secreto o no del sufragio, en que para aquella época los ciudadanos comienzan a reunirse en una junta electoral para elegir un presidente, un secretario y dos escrutadores (la llamada “mesa electoral”). Guerra señala que el voto no es “público” puesto que no es en principio conocido por los otros miembros de la mesa electoral; pero que tampoco es secreto porque es conocido por éstos. La libertad está asegurada en relación con los otros lectores, pero no respecto de la mesa. En cuanto al control, manejo y cuidado de la juntas electorales, es que de de acuerdo a la Constitución estarán presididas por el jefe político o el alcalde y con “asistencia” de un cura, con lo cual esto queda en manos de agentes del Estado o a autoridades electas.
Guerra maneja el concepto de Parroquia, a la que define como la célula básica de la sociabilidad tradicional: una comunidad fuertemente unida por estrechos vínculos de parentesco y vecindad, de prácticas religiosas y solidaridad material. Esta categoría no era adecuada para consolidar la individualización y la autonomía del voto. Ante esta situación de los fuertes vínculos comunitarios, los revolucionarios franceses que invaden a España deciden instaurar el llamado voto de primer grado en base a una nueva división administrativa como el cantón con el fin de romper estos vínculos. El mismo autor afirma que aunque el voto sea individual, los comicios son un acto colectivo y una ceremonia que materializa simbólicamente la reunión de la nación.
En esto fueron diferentes tanto España como Francia. Un rasgo de cultura política para esta época de importancia era el carácter religioso que no debía de faltar para que “iluminara” a los lectores, como si la votación fuera un acto de la providencia. El ciudadano moderno tardaría en hacer presencia en los comicios electorales. Guerra dice que un voto libre no era necesariamente un voto individual, producto de una voluntad aislada. Inmerso en una red de vínculos sociales muy densos, el ciudadano se manifiesta libremente a través de su voto como lo que es: miembro de un grupo. El voto sobres estas cuestiones de procedimiento o la elección, aparecen concertados de antemano en reuniones previas en las que se han definido la estrategia de la facción. La acusación más grave contra los adversarios era haber practicado antes de la junta electoral este acuerdo, lo cual remite a las elecciones corporativas y al temor a las divisiones facciosas que se expresan en éstas.
Pasando a otro punto del mismo artículo, Guerra señala que las elecciones tienen dos funciones: por una parte, legitimar el poder, escenificando la voluntad del soberano; por la otra, seleccionar a los hombres que, juntos, formarán la representación nacional. La primera es una función simbólica y no propiamente representativa, puesto que de las elecciones no se puede deducir lo que la nación piensa o quiere. En esto último estoy de acuerdo con lo que el autor lo señala. A los años posteriores de la invasión francesa sobre España, la libertad de prensa jugará un papel determinante en la cuestión de la propaganda a través de la impresión de periódicos o manuscritos.
Como se sabe, cualquier sistema electoral es para otorgar la deliberación de una elección. En las asambleas electorales de los cuerpos y comunidades antiguos, la elección era la última fase, y quizás la menos importante, de la reunión del grupo: la que materializaba el acuerdo al que había llegado antes por discusión y compromiso. Para mi punto de vista lo veo como rito final de decisión y como un mero trámite social-legal. Es importante conocer el lenguaje empleado de aquella para designar el acto electoral, en que por ejemplo era “nombrar” y no “elegir”. No se trataba de resolver por el voto una competencia entre los candidatos a un cargo público, sino de elegir al más apto para el mismo. El acto de “elegir” es para explicitar algo que ya existía antes. Tampoco era bien visto que algún ciudadano presentara candidatura y hacer campaña mediante propaganda impresa, lo cual significaba que mostraba ambición y falta de interés por representar a su comunidad de origen. Todo esto que se ha expuesto en líneas recientes, no nos causa extrañeza hoy en día de cómo son las campañas electorales, es decir, como ha cambiado la cultura política.
Otro rasgo relevante que se puede señalar en torno a las elecciones para esta época y en España es la cuestión de los tipos de enfrentamientos entre los actores sociales más elevados, como eran las familias principales y sus clientelas respectivas, a través de sus jefes o de algunos de sus miembros. Guerra señala que en niveles inferiores se trata de conflictos entre notables locales apoyados en sus redes de influencia o dependencia. Pero esto no era propio de familias principales, ya que en los pueblos se da toda la gama de confrontaciones posibles. Guerra después de esta explicación, intenta señalar que un rasgo de este sistema que tendrá un largo porvenir: la elección indirecta, la cual predominó no sólo en el antiguo régimen en el mundo occidental, sino durante todo el siglo XIX, en el caso particular de México.
Ya para cerrar con broche de oro la cuestión trascendental de Guerra, hay que darle importancia a la construcción del concepto de ciudadano moderno, que empezará a partir del inicio de las guerras de independencia de la América hispánica a principios del XIX. Que la ruptura del Antiguo Régimen todavía no es total porque todavía perduran elementos imaginarios y prácticas del mismo en estos días. El absolutismo desaparece en la teoría con la Ilustración pero continuará persistiendo después. Que las elecciones son el único fundamento de legitimidad. Otro concepto clave que Guerra deja para un posterior debate es el de nación, y que la universalidad de la ciudadanía política en torno al sufrago masculino único, fue la causa principal en la inestabilidad política en varias naciones durante el citado siglo, incluyendo a México. De ahí la instauración posterior de regímenes de sufragio restringido que apelaron a la soberanía racional para intentar cualificar a ese individuo abstracto que es el ciudadano moderno.
En la parte final de su artículo, Guerra aborda algunos conceptos que tratara con mayor énfasis en el capítulo “Vínculos y solidaridades” de su libro México: del Antiguo Régimen a la Revolución, tales como “redes clientelares”, “haciendas”, “pirámide de notables”, “vínculos corporativos”, etc. Pronto surgirán otros aspectos relacionados con la llamada cultura política a finales del XIX como elementos de expresión, me refiero a la creación de clubes políticos. En fin, es un artículo que aporta mucho a la visión de la concepción y evolución de conceptos relacionados con la democracia y las elecciones.
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