Friday, June 19, 2009

Perspectiva histórica de la “Frontera norte novohispana” para la comprensión de la relaciones entre México y Estados Unidos




Para la Zulema Bujanda otra vez, por los quesos de Ures del 2007


Por Eduardo Marcos


En el campo de las Ciencias Sociales existen muchos conceptos que resultan más difíciles de definir y trabajar que otros, como por ejemplo en la elaboración de marcos teóricos para determinados proyectos de investigación. En estas líneas me referiré en particular a uno que ha sufrido muchos significados e interpretaciones a través del tiempo, que es el concepto de “frontera” y que al momento de emprender una investigación (principalmente en el siglo XIX), se debe tener cuidado cómo se trabajará para estudiar alguna temática relacionada a la región norte fronteriza de México, la cual también ha sufrido modificaciones a través de los años.

A lo largo del tiempo, los académicos han discutido los enfoques en torno al término de frontera, el cual va más allá de la simple definición que ofrece el diccionario Larousse como “cualquier cosa que limita la extensión de otra”1, o bien aquella más simple que muchos manejan como “una línea que divide a dos naciones o civilizaciones mediante un bloque natural o artificial”. Ambas definiciones para las Ciencias Sociales, resultan magras en la interpretación y explicación de los procesos históricos ocurridos y que hoy en día es un concepto que guarda connotaciones que va más allá del ámbito político-internacional.

En este texto tomaré como estudio de caso el espacio geográfico que comparten como frontera tanto México como Estados Unidos, quienes a través del tiempo han enfrentado diferentes después de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848. Los orígenes de este fenómeno, se remontan desde la época colonial a finales del siglo XVIII cuando la colonización novohispana y la posterior expansión de los colonos angloamericanos (recién independizados de la Corona Británica), chocaron en el actual noroeste de México y suroeste de Estados Unidos por detentar el control de ese espacio.

Los problemas que hoy existen en ambos lados de la actual frontera, como límites territoriales, migración, narcotráfico, contrabando, violencia principalmente, no pueden ser entendidos o explicados a fondo si no se conoce aquel proceso histórico que se derivó en ese enfrentamiento de dos sistemas de colonización europea, y que sin embargo hoy como naciones constituidas, siguen viviendo esa pugna que no ha podido ser concluida a pesar de los siglos transcurridos.

La problemática que encierra el concepto de la frontera norte novohispana por parte de estudiosos norteamericanos y mexicanos, ha llevado a revisiones e interpretaciones con el fin de comprender o al menos entenderlo, de cómo se tradujo este espacio en una frontier moving (“frontera en movimiento”) durante los siglos XVIII y XIX. En estas cuartillas, será difícil llegar a un consenso general y único, no solo desde el punto de vista político o histórico, sino también en lo económico, ecológico, cultural.

Solo podríamos remitirnos a la siguiente propuesta teórica y contemporánea que ofrece el historiador canadiense Lawrence Taylor, al referirse que “la historia fronteriza como área de estudios históricos especializados es (…) joven, en vista de que data desde hace apenas medio siglo aproximadamente”2. Esto con el fin de tener cuidado al momento de emprender alguna investigación sobre este espacio socio-histórico, teniendo como punto de partida el presente.

El norteamericano Frederick Jackson Tuner fue el primer académico en estudiar de manera formal el concepto de frontera a finales del siglo XIX, al aplicarlo al espacio que se había formado entre el límite del virreinato novohispano y el inicio del expansionismo angloamericano, afirmando que éste fue móvil y elástico debido a las características físico-geográficas que presentaba3. Turner abrió entonces una nueva fuente de explotación académica para que historiadores y demás estudiosos norteamericanos, elaboraran trabajos de cómo había impactado este concepto en la formación de su nación, desligándola totalmente de la historia natural que se venía manejando de manera no académica.

Con su propuesta, Turner justificaba la expansión que su pueblo llevó hacia el Lejano Oeste para apoderarse de las fértiles tierras que pertenecían por centurias a las distintas tribus nativas bajo el lema de la “civilización”, y que al final representó la exterminación de muchas de ellas. Fue entonces que surgió y se difundió a lo largo de la idiosincrasia angloamericana, que ellos era hombres trabajadores, ingeniosos, activos con el arado que poco a poco fueron formando nuevos núcleos de población y cambiando el paisaje natural de esas tierras con sus manos, para ser conocidos como los pioneers.

Esta idea fue arraigada entre los futuros norteamericanos al señalar que sus antecesores fueron mejores colonizadores que los españoles, y que en vez de eliminar a las civilizaciones mesoamericanas, éstos los convirtieron en sus esclavos para recibir los calificativos de flojos, vagos, sucios de parte de los primeros. Turner consideraba a los nativos de Norteamérica como un elemento más de la naturaleza junto a los ríos, flora y fauna, asemejándolos al status de animales sin pensamiento o razón. Su tesis fue considerada por muchos como racista y egocentrista sobre la postura del pueblo anglosajón que tuvo con respecto a sus vecinos de México; pero a pesar de sus aportaciones, nunca definió “frontera” de una manera precisa.

Años más tarde, una nueva generación de historiadores entre ellos Herbert Eugene Bolton, se dedicó a darle continuidad a los trabajos no terminados por Turner, al acuñar un concepto que hoy en día no tiene una traducción unificada en el idioma español: las Spanish Borderlands. Este concepto dio origen a otra nueva teoría de cómo estudiar la frontera novohispana al encontrar que ésta si influyó en la conformación global tanto de Estados Unidos como de México, tomando en cuenta a los nativos en el proceso histórico que fueron ignorados por Turner, así como el asentamiento de otros colonos extranjeros que arribaron a América del Norte décadas después.

En los últimos lustros, han surgido novedosas propuestas teóricas por parte de historiadores de origen iberoamericano, como José Cuello, quien con sus aportaciones académicas vino a refutar las tesis propuestas por los angloamericanos, principalmente la de Turner al señalar la importancia que significó el norte novohispano para ambos países y motivar a los historiadores mexicanos a que reinterpreten el proceso histórico de esta región. También afirmaba que no debían excusarse en decir que no hay nada que investigar como afirman varios académicos mexicanos del centro-sur, lográndolo a través de la exploración de archivos coloniales que esperan ser interrogados después de muchos años de olvido.

El mismo José Cuello lo confirma de la siguiente manera: “como que México parece que ha querido olvidar unos territorios que le pertenecieron por siglos (…) y todavía fueron suyos unos pocos años más cuando se convirtió en la República de México”4. También resalta que la historia del pionero angloamericano tiene su lado oscuro al haber destruido la ecología de los paisajes, exterminado a las tribus nativas y arrebatar de sus tierras legítimas a españoles y criollos que les pertenecieron por herencia colonial, cuando éstos pasaron en 1848 a formar parte de la nueva geografía política de Estados Unidos.

Para concluir, deseo expresar desde mi propia perspectiva académica que el norte novohispano y el suroeste angloamericano se encontraron en un espacio físico-geográfico muy diferente al que estaban acostumbrados (zona desértica, tribus indomables, poca población), el cual representó un escenario de enfrentamientos no solo armados, sino también de tinte cultural e ideológico entre dos tipos de civilizaciones europeas opuestas debido a su conformación histórica que tuvieron mucho tiempo antes de que se descubriera el Nuevo Mundo, por lo que ya eran enemigos declarados.

La firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo entre México y Estados Unidos, no representó una solución definitiva a los problemas que siguieron a aquella época, sino que continuaron con eventos posteriores ocurridos en nuestro país como el movimiento revolucionario (1910-1920), que tensó las relaciones diplomáticas entre ambos. Considero pertinente que se debe conocer aquel pasado novohispano para explicar y comprender las problemáticas mencionadas que hoy en día viven ambas sociedades, y que ninguna frontera en el mundo moderno entre dos naciones es tan dinámica como ésta en el tráfico de personas y mercancías que pasan de un lado a otro de su línea internacional.

Pero que a pesar de las grandes diferencias que guardan entre sí, ambos gobiernos nacionales comparten problemas y deben resolverlos en conjunto para lograr una relación armónica en pos de su bienestar social, económico y político. Y a pesar de todas las visiones, interpretaciones e ideas expresadas en este texto y fuera de él, el concepto de “frontera norte novohispana” es un término que guarda muchas connotaciones para ser debatidas entre los académicos de las Ciencias Sociales.

1 Diccionario Enciclopédico Larousse Ilustrado 2005, México, 2004, pp. 466.
2 Lawrence D. Taylor H, “El desarrollo histórico del concepto de frontera”, en De historia e historiografía de la frontera norte, México, El Colegio de la Frontera Norte, 1996, pp.27-56.
3 Frederick J. Turner, “El significado de la frontera en la historia americana”, Estudios (nuevos y viejos) sobre la frontera, Madrid, 1991, pp.9-44.
4 José Cuello, citado por Alfredo Jiménez Núñez, en “El lejano norte español: como escapar del American West y de las Spanish Borderlands”, en Colonial Latin American Historical Review, Alburque, 1996, no. 5, pp.381-412.

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