Monitor Republicano y Liberal ´96

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Location: Villa del Pitic, Provincia de Sonora, Mexico

Investigación histórica, grupera y futbolera

Friday, September 18, 2009

“Los yaquis frente a los hacendados, 1768-1910” en la obra de Edward H. Spicer, Los Yaquis, historia de una cultura (1990). Resumen analítico (pp. 147




Por Eduardo Marcos

En esta ocasión, presentó un resumen analítico del capítulo tercero de la obra Los Yaquis, historia de una cultura, del antropólogo estadounidense Edward H. Spicer, en el cual él hace un recuento detallado del proceso histórico-social de vida que los yaquis experimentaron en un lapso de casi ciento cincuenta años desde la expulsión de la Compañía de los Jesuitas en 1767 por orden de la Corona española hasta el inicio de la revolución maderista de 1910, en contra de la sexta reelección de Porfirio Díaz al Ejecutivo federal. En esta extensa temporalidad, el autor también esboza la historia de Sonora al destacar los principales eventos teniendo como protagonistas centrales a los mismos yaquis, que se ha caracterizado desde la llegada de los primeros europeos hasta el día de hoy, en defender su autonomía como una sociedad independiente con respecto al gobierno nacional y de sus fértiles tierras, que han sido sinónimo de codicia por parte de aquellos que ellos llaman “yoris” (blancos, mestizos o mexicanos).

Pese que el tema central de este capítulo es el papel y trayectoria que los hacendados sonorenses desempeñaron en la vida política, económica y social en la entidad durante el siglo XIX, Spicer inicia recapitulando la situación en la que se encontraban los yaquis y su territorio antes y después de la expulsión de los Jesuitas; situación que sin lugar a dudas, representó un cambio profundo, no solo en esta etnia sino en gran parte del espacio sonorense y más allá de sus límites.
Tal como lo marca este antropólogo en base a la búsqueda, consulta y revisión de testimonios de aquella época, destaca el potencial agrícola y ganadero que se tenía del valle del Yaqui en 1765, y que los siguientes cuarenta años, éste espacio la región fue visto como un área próspera en medio de la parcial ruina que representó la expulsión de los Jesuitas tanto en Sinaloa como Sonora. Desde el año de 1730, fue claro que el territorio yaqui se convirtió en un foco importante para los intereses económicos de los españoles y sus descendientes, y estas tierras fueron mencionadas como las más fértiles y deseadas en Sonora.

En la parte final de este capítulo, Spicer aborda ampliamente la “diáspora yaqui, que representó la expulsión de miles de yaquis a otros puntos del país, principalmente a Yucatán para que trabajaran como peones o esclavos en las haciendas henequeneras de exportación al mercado estadounidense. Otros más fueron exiliados hacia la frontera sur con los Estados Unidos, principalmente a Tucson, Arizona. Esta política de deportación masiva fue ordenada por Izábal entre 1905 y 1907, como una última alternativa de terminar con el conflicto yaqui.

Después del movimiento revolucionario en 1920, muchos regresarían a Sonora. Pero también en la década de 1930, los que se refugiaron en Arizona decidieron volver al valle, en donde años más tarde aprovecharon las coyunturas históricas nacionales, como fue el reparto agrario de 1934 ordenado por el presidente Lázaro Cárdenas que es considerado como el “papá protector” de los yaquis. El estallido de la revolución de 1910, terminó con la última dinastía de hacendados encabezada por el triunvirato sonorense (Corral-Izábal-Torres). Sin embargo, surgiría otro tipo de hacendados en la escena política local, como fueron los casos de José María Maytorena hijo y Álvaro Obregón Salido, quienes también usaron a los yaquis para sus objetivos particulares, principalmente Obregón que convenció a muchos de éstos para que formaran parte de sus fuerzas militares durante la revolución constitucionalista de 1913-1914. Aprovecho esta ocasión, para mandarle un saludo especial a una “yaquecita” yaquilóloga, la Ana Luz Ramírez Zabala, del COLMEX.

Ficha técnica del resumen:

“Capítulo III. Los yaquis frente a los hacendados, 1768-1910”, en Edward H. Spicer, Los Yaquis, historia de una cultura, pp. 147-203, 1ª edición en español, Universidad Nacional Autónoma de México, México, D. F., 1990.


Introducción (p. 147)

Bosquejo histórico del territorio Yaqui antes de la expulsión de los Jesuitas


1. Una confederación india en el Noroeste (p. 151)

El surgimiento de una nueva sociedad

El papel de Juan Banderas

Contexto sociohistórico de los indígenas que habitan en Sonora

Las relaciones sociales entre criollos, españoles e indígenas

La rebelión de 1825. Parteaguas de una época de inestabilidad en Sonora


2. Los hacendados en Sonora (p. 165)

El papel de las sociedades indígenas: Reclaman autonomía con respecto a la sociedad mexicana

El papel de la hacienda en el proceso socioeconómico de la nueva nación

Los indígenas, principal fuerza de trabajo: son sometidos al nuevo molde de trabajo: “peón sin tierras, totalmente controlado”

La hacienda es un “mecanismo de asimilación cultural”, impuesto por los criollos sobre los indios, principalmente yaquis

Entre 1780 y 1850, la nueva clase de los hacendados fue adquiriendo el dominio político de la entidad sobre el resto de la sociedad

El desarrollo económico agropecuario: Mátape, Pitic, Río San Miguel y Sonora, Arizpe y el Mayo Medio

2.1. Tres dinastías familiares tuvieron el control de Sonora entre 1836 y 1910.

a).- Familia de los Gándara (1836-1857)

b).- Familia de los Pesqueira (1857-1876)

c).- Alianza Corral-Izábal (1879-1910)

Los cuales aplicaron diferentes políticas de control sobre los yaquis: “Incorporarlos a ellos y sus tierras al sistema de haciendas”

2.2. La sociedad y cultura del Norte de México (Sonora), desarrolló cuatro condiciones/ orientaciones en cuanto a su forma de organización política, social y económica:

Primera orientación: el aislamiento del gobierno federal. Establecer relaciones entre sociedad e indígenas.

Segunda orientación: La dirección militar. Esta la adquirieron las principales familias durante enfrentamientos contra apaches, yaquis, seris, intervenciones extranjeras, etc. sin la ayuda del gobierno federal. El sistema del orden político se basaba en el poder militar de manera directa.

Tercera orientación: la cultura de los hacendados. La visión sobre la tierra, significaba apropiación y utilización; se pasa de la propiedad colectiva a la propiedad individual. El poder de cada individuo se mide con la propiedad de la tierra. La tierra debía emplearse para la agricultura y la ganadería. LAS Tierras improductivas, significaba para los liberales, un hecho criminal.

Cuarta orientación: el caudillismo. El hombre fuerte que lo hubiese probado en el campo de combate y contara con la lealtad de otros. La cultura de los hacendados puede ser vista como producto de las tres principales actividades a las que se dedicaron durante el siglo XIX:

a).- La transformación y dominio sobre los recursos naturales

b).- La rivalidad por el control político de las regiones naturales

c).- La lucha contra el tipo cultural de la sociedad indígena, como la de los yaquis principalmente


3. Resistencia al peonaje (p. 178)

La visión de los yaquis contra la sociedad “blanca”

La defensa de su territorio

La época del nuevo faccionalismo, dio origen a la alianza “Corral-Izábal”

El protagonismo de José María Leyva “Cajeme” y Tetabiate, como nuevos líderes yaquis en contra de la política del “progreso” del presidente Porfirio Díaz

La utilización del término “resistencia al peonaje” que es el marco de referencia del autor, en vez de nombrar “resistencia a la civilización”, como lo han manejado muchos historiadores mexicanos para comprender el conflicto particular entre los hacendados y los yaquis a finales del siglo XIX

La controversia de la ciudadanía a los yaquis. ¿Iguales ante todos los mexicanos o sometimiento al peonaje?

Su visión cosmogónica frente a los mexicanos

4.- La diáspora yaqui (p. 198)

Proceso de deportación de miles de yaquis a Yucatán, representó la última alternativa del gobierno porfirista para explotar sus tierras fértiles en beneficio de compañías especuladoras de origen nacional y extranjero

El cambio de patrones culturales que experimentaron los yaquis, una vez deportado

El sistema de explotación de trabajo en Yucatán, representó la muerte y desintegración de muchas de sus familias

El retorno a Sonora en los años de 1930, significó una nueva revancha para ellos con el fin de recuperar sus tierras


Críticas y comentarios sobre este capítulo
Por lo que he leído de manera minuciosa en torno al capítulo III de la obra de Spicer, me pareció interesante la información que aporta a la historiografía sonorense y su visión en torno a la etnia yaqui. Pero también tengo que señalar ciertas fallas que detecte durante la lectura del mismo en varias ocasiones para lograr este resumen: En primer lugar, existen muchas faltas de redacción en el uso de verbos, mal conjugados y de sintaxis de expresión, lo cual hace que la lectura sea pesada y difícil de digerir en algunos párrafos y oraciones, en que la redacción no tiene razón. No sé si lo anterior se deba a la traducción rígida que se llevó del inglés (su idioma original) al castellano, y que haya sido necesario un corrector de estilo después de la misma, para una mejor lectura y comprensión a favor de un lector más amplio.

Otro punto a resaltar, es que contiene errores o fallas de precisión de lugares, fechas, nombres y función de los personajes que se citan, lo cual puede confundir a un lector que no esté familiarizado con la geografía e historia de Sonora. Un ejemplo: la batalla entre yaquis y el ejército mexicano se llevó en “El Gavilán” entre Ures y Hermosillo, según Spicer. Esto es impreciso, porque “El Gavilán” está más en las afueras de Ures rumbo en el sur y no tanto entre ambos puntos (en este caso el punto intermedio podría ser la antigua hacienda de M. M. Gándara, “Topahue”).

Otro error de impresión, es que se afirma que Manuel María Gándara fue militar de carrera comparándolo con Pesqueira y Torres: primero que nada fue comerciante en Guaymas; después hacendado en Ures, y político como gobernador de Sonora. Todo esto al menos en el capítulo III, no estoy opinando del resto de la obra. Con lo anterior, no quiero decir que este libro sea malo, sino simplemente debe ser revisado cuidadosamente para subsanar estas imprecisiones, y que la editorial de la UNAM también debió tener cuidado en la redacción final del texto antes de pasarlo a imprenta para su publicación en castellano. Aunque este resumen haya sido fácil de leer y entenderlo bien, la lectura resulta un poco tediosa por las cuestiones ya señaladas.

¿“porfiriato” o “porfirismo”?

Después de revisar este amplio bosquejo histórico que Spicer relata en su obra sobre los yaquis, me viene a la mente una pregunta que siempre he deseado encontrar una respuesta o explicación: ¿Qué tan válida es la versión del licenciado Roque Estrada, secretario particular de Madero, quienes durante la gira presidencial en Sonora, señala en su libro Francisco I. Madero y la Revolución Mexicana que tanto Sonora como Yucatán fueron las dos entidades más oprimidas durante el régimen porfirista?

Esto sabiendo de antemano que ambas entidades fueron regiones periféricas muy alejadas del centro del país durante del siglo XIX, que se caracterizaron porque sus gobernantes llevaron a la práctica una relativa autonomía con respecto al gobierno federal y siempre estuvo latente el suspenso de separarse de la federación mexicana. Por último, ¿es válido emplear el término “porfiriato” para referirse al largo periodo de gobierno de Díaz en México en vez de usar “porfirismo”?

Yo no estoy de acuerdo con el primer término, ya que a Díaz le llevó muchos años primero en pactar con las autoridades y caudillos regionales, para después “dominar” y centralizar a todo el país. Además cuando él es exiliado del país, la economía nacional estaba atada a los intereses de capitalistas extranjeros tanto en la industria, minería, transporte, comercios, etc., y se había configurado una nueva clase de trabajadores y obreros que no existió en 1876 cuando Díaz asciende por primera vez al Ejecutivo nacional.

Sí usaría el término “porfiriato” con ciertas reservas, en particular para el periodo de 1900-1910 cuando el régimen de Díaz ya mostraba un cariz autoritario en contra de varios sectores sociales, políticos y económicos y su estructura política-administrativa ya presentaba resquebrajaduras internas. Entonces considero conveniente utilizar “régimen porfirista” o “porfirismo” en vez de “Porfiriato” para referirme a esas tres décadas (186-1911), pese que algunos historiadores traten de unificar su política centralista para todo ese periodo.


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